jueves, 5 de diciembre de 2013



En esta parte les presentaremos algunas leyendas originadas en el estado de Jalisco, espero que sean de su agrado y que además les ayuden a conocer más acerca de nuestro estado.

Los Doctores
Allá por el segundo tercio del siglo pasado, vivía tranquilo y en paz el doctor Juan de la Rosa y Serrano, pero por mala suerte al poco tiempo se vino a vivir a esta ciudad y en la misma calle, Sabino Mendoza y Cervantes quien era unsupuesto médico, es decir, un verdadero charlatán; lo malo es que estas personas tenían un parecido tal, que los vecinos del barrio de Santo Domingo los creían la misma persona. 
Ambos eran calvos, cascorvos, un tanto encorvados, su nariz aguileña y los lentes con cadenilla aprisionaban sus orejas; el parecido de estos dos personajes fue terrible para los enfermos y para ellos mismos. Don Sabino adquirió mucha faena tanto en la gente pobre como rica, fama que tuvo por las palabras que usaba en sus recetas: "Aqua destilata", "agalina deshuesata", etc. Terminología que él había inventado para disfrazar su ignorancia.



Como los dos médicos vivían en la misma cuadra de la calle de Catedral (hoy Av. Alcalde) y la ocurrencia de Sabino Mendoza de recibir a cualquier hora a sus clientes, era muy común que los familiares de algún enfermo se equivocaran de casa y tocaran en la morada del doctor Juan de la Rosa…¡imagíneselo!, tener que salir de la cama muy enojado, ponerse sus pantunflas, ir a la ventana y dar las señas del hogar de su colega. Ya cansado el doctor de la Rosa de que lo despertaran frecuentemente por las noches, mandó colocar una gran tabla pintada de negro y con letras blancas afuera de su casa, el aviso en verso decía:

"Aquí no vive Mendoza ni tampoco Cervantes; vive aquí Juan de la Rosa sin chupa, ni pipa y guantes". Al darse cuenta Mendoza de ese insulto, mandó pintar en la puerta de su hogar: "Aquí sí vive Mendoza el médico más galante, que asusta a Juan de la Rosa el médico más chocante".

Ya imaginarán el relajo que se armó, De la Rosa llevó el asunto a los tribunales, pero no aceptaron su demanda porquesegún decían, eran puros celos profesionales. 




La carretera de Mexicaltzingo
Esta leyenda narra sobre la grave penitencia que tuvo que pagar un hombre acaudalado por prometer y no cumplir el pago de una "manda" (exvoto católico). 

Cuenta la leyenda que dicho hombre acaudalado, al verse aquejado por una grave enfermedad prometió al párroco y a viva voz ante el altar, terminar de construir la iglesia del pueblo de Mexicaltzingo, si se le concedía la salud. 

Cuando su petición fue milagrosamente concedida, el hombre procedió a hacer grandes planes para su obra prometida, pero pronto los olvidó por la alegría de estar de nuevo en buena salud. Al paso de los años, el párroco murió y también el rico comerciante y la obra nunca se vio empezada. Cuenta la leyenda que luego del "novenario" (nueve días de luto y oración tradicionales) de éste último, la gente del pueblo vio varias veces una pesada carreta fantasmal cargando rocas dirigirse a la iglesia y desaparecer dentro de ella. La gente del pueblo interpretó esto como el alma del comerciante penando por pagar lo que no había hecho en vida.

El General Hilachas
Era un limosnero que usaba un viejo kepí, huaraches, un vendaje de color indefinido y que con orgullo decía: yo soy General y de la misma manera pedía que la gente lo nombrara de esa forma al dirigirse a él.

El General Hilachas, fue un antiguo revolucionario que conservó el uniforme de soldado: raído y mugroso. La ropa que le obsequiaban se la ponía toda al mismo tiempo, llegando a usar cinco o seis sacos (uno encima de otro), además del gabán y la gorra de soldado. Alguien le escribió en ella: General del Batallón cuarenta y uno.

El nombre del General Hilachas quedó grabado en la memoria de muchas generaciones, sólo por vestirse con las prendas que cada mano generosa le daba. Marchaba por el centro de las calles, con riesgo de ser atropellado por algún automóvil o calandria.
 
El General Hilachas entró a Guadalajara por San Pedro Tlaquepaque sin compañía alguna, dictando órdenes y diciendo a los primeros curiosos que se le acercaron que era general y que Guadalajara le parecía bien para defenderla de los porfiristas. Su atuendo trataba de simular la indumentaria de un militar de alto rango; la gorra, formada por trapos viejos, parecía de general francés; la chaqueta, con parches y remiendos, le quedaba untada al cuerpo y su figura era tal, que en principio fue confundido con alguna ánima del purgatorio solicitando rezos.

El de las hilachas tomó la ciudad por suya y cualquier rincón, acera, banca de jardín o pie, le eran buenos para descansar dormitando, pasar la noche durmiendo o simplemente meditar. Había sido soldado de Pancho Villa y la lucha por la toma de Zacatecas lo dejó mal de la cabeza.


Don Ferruco
Don Ferruco era un tipo muy original y popular. Tenía alrededor de cuarenta años y es conocido ya que transitó las calles de Guadalajara llamando la atención de cuantos se encontraban con él. Casi nadie sabía su verdadero nombre y todo el mundo lo designaba con el apodo que le pusieron desde que vino a Guadalajara: Ferruco.

Algunos viejos atribuyen el apodo a un grupo de muchachos ociosos del apartado barrio del Jicamal, mientras que otros aseguran que fue su suegra. Cuando comenzó a usar bastón el pueblo tapatío le regaló el título de Don, en un pergamino.

En cuanto al verdadero nombre del personaje en cuestión, hay diversas versiones: el vocablo Ferruco es, para unos, un diminutivo del nombre de Francisco; para otros, no es más que una corrupción del nombre de Fernando; sin embargo, para aquellos que no están conformes con que él se haya llamado Francisco o Fernando, el vocablo Ferruco es un nombre arbitrario, un apodo. A todos estos nombres hay que agregar el de Rosalío, con el cual lo llamaban algunos conocidos suyos.
 
En los periódicos y hojas sueltas de caricaturas publicadas anualmente en esta ciudad, con motivo del Día de Finados, muchas veces figuró el nombre de Don Ferruco entre los muertos por los caricaturistas.

En una de las cartas de la popular y divertida lotería, que editó la casa Loreto y Ancira y en los escaparates de algunas tiendas, se exhibían curiosas tarjetas postales con diversos retratos de don Ferruco. Éste es el retrato que se conoce más parecido al original.

Don Ferruco nunca habló, ya que era sordomudo de nacimiento. Fue miembro de una numerosa familia de sordomudos de apellido Jaso y originario de las barrancas de Atenquique, según unos, o de las haciendas de San Vicente en jurisdicción de Tamazula, según otros. Ferruco se crió en Tonnia, Jalisco, vivió sucesivamente en las ciudades de Zapotlán el Grande, Sayula y en las haciendas de Huexcalapa y Santa Cruz del Cortijo, donde era muy querido por los empleados por ser hombre de muy buen corazón, de una conducta intachable y porque a todos se mostraba de buen humor y dispuesto a sufrir con paciencia las travesuras de los demás.

La suerte se mostró a Ferruco demasiado propicia: protegido por una acaudalada familia de esta ciudad, no tuvo que preocuparse por su propia subsistencia: ni alimentos, ni vestido, ni habitación llegaron a faltarle desde entonces.

Con singular confianza entraba en los establecimientos mercantiles de mayor importancia, a conversar a señas con los dependientes y pedirles alguna prenda de ropa que él siempre sabía utilizar, aunque fuera una cosa enteramente pasada de moda o impropia de su edad y condición. A veces se le daban en calidad de anuncio, algunas cosas nuevas y en buen estado.

Rara vez faltaba los domingos al paseo de los portales y casi todos los días se presentaba en la Plaza de Armas, a flechar a cuantas muchachas bonitas concurrían al expresado jardín, se divertía en los cines sin necesidad de boleto, ocupaba siempre uno de los mejores lugares en catedral, en puestos de agua fresca le regalaban vasos de tepache (dándose por bien pagadas a las vendedoras con el rato de diversión que el buen sordomudo les proporcionaba), los peluqueros generalmente lo afeitaban gratis y lo mismo sucedía en los tranvías sin que los conductores le obligaran a bajar.
Pasó sus últimos días en el hospital de San Camilo, pensionado por la familia Fernández del Valle.

Leyenda de la pila de las culebras en Tapalpa, Jalisco 
Tapalpa Jalisco es uno de los pueblos mágicos de la entidad, por su agradable clima y lugares de esparcimiento y descanso es destino del turismo nacional e internacional. Es en este municipio donde han surgido interesantes leyendas que despertaran tu imaginación y te permitirán conocer parte de la cultura jalisciense.
 A fines del Siglo XIX, vivían en Tapalpa, Jalisco cuatro comadres a las que se les conocía como las Marías Lenguas, por lo argüenderas que eran.

Generalmente se reunían en la pila más cercana a sus casas, en este caso la de “Las Culebras”.
No se sabía quién era la peor de las cuatro Marías, algunos dicen que maría Tomasa, otros que María Eduviges, María Natalia o María Amaranta; lo cierto es que las cuatro tenían suficiente mérito para manejar la calumnia con verdadera acidez.
En una de las tantas ocasiones que ellas se reunían, llegó el indio Macario, de quien se decía era un antiguo brujo otomí cuyos poderes eran extraordinarios; al verlas Macario enredadas en sus ya cotidianas confabulaciones, les advirtió que si seguían haciendo daño a las personas con sus venenosos chismes, pagarían en justo precio las consecuencias.
Ellas, insensatas que eran, se rieron de Macario, insultándolo de muy agresivas formas; entonces él les dijo: “Les di una oportunidad para que recapacitaran y cambiaran sus perniciosas costumbres, pero los hábitos los tienen tan arraigados que pagarán con el castigo que merecen. Y diciendo esto, expresó en idioma otomí un conjuro, a la vez que, tomando agua de la pila, mojó a las cuatro Marías.
En ese mismo instante, las mujeres comenzaron a contorsionarse en extrañas convulsiones, y cayendo al suelo se fueron transformando en serpientes.
“Para que eso sirva de ejemplo a todos los que no saben los daños que causan con sus intrigas y torcidos chismes, quedarán por siempre como culebras de piedra”, dijo Macario.
Él se fue y en el búcaro de la pila quedaron grabadas las cuatro Marías ya petrificadas.
Y desde esa época, a la fuente del Fresnito, se le conoce como la Pila de las Culebras.
 


Leyenda del dragón dormido en Tequila Jalisco 
¿Te gustan las historias de dragones?, pues esta te encantará...Cuenta la leyenda que en el atrio del templo de Tequila existía un dragón dormido. Las inmensas corrientes de aire que superan a cualquier otra no eran casualidad, pues la historia habla de un dragón que vivía bajo la tierra y cuyo volumen abarcaba una superficie que iba desde el volcán de Tequila hasta el centro de la ciudad. Se dice que tenía la cola en el volcán y la cabeza en el centro de la población, precisamente en el templo, y que por esa razón se construyó una cruz de cantera a un lado de la puerta, que pensaban era el lugar de la cabeza del dragón. Las corrientes de aire son hoy la respiración y aliento del gran dragón dormido, el cual no se sabe si algún día vaya a despertar, te gustaría conocerlo?

“El charro montado en un caballo negro” 
Un pueblo hermoso municipio de la Región Costa Norte del Estado de Jalisco es Tomatlán, su nombre significa "lugar de tomates", rico en leyendas que atemorizaron mucho tiempo a los tomatlenses y por las noches nadie se atrevía a cruzar la plaza ni los callejones, mucho menos se acercaban a los panteones.

Estas leyendas son parte del folklore del pueblo y aunque en la actualidad a veces nos cause risa, forman parte de la historia de la comunidad, a continuación te las compartimos para tu deleite..

 Por la plaza principal nació la leyenda de un aparecido montado en un caballo negro, vistiendo ropas de charro.

Este sujeto salía de la plaza principal, anteriormente era una calle empedrada, que hoy es la calle Constitución; este charro caminaba a las 12:00 de la noche en adelante, se dice que su caballo lanzaba destellos de fuego por los ojos y que el charro tenía unas espuelas de oro; que también reflejaban chispas de lumbre. Este fantasma hacía su recorrido por esta calle y se perdía por la calle Cuahutémoc, frente a la casa de la familia Sánchez Fernández, ya que ahí existía un portón donde desaparecía el fantasma; se dice que este sujeto le había vendido su alma al diablo.

Posteriormente se rumoró que el charro, al desaparecer, se “robaba” a las mujeres que encontraba llevándolas a donde hoy se encuentra la “zona roja”,  en la actualidad existen dos o tres botaneros con ese nombre.

El vampiro
La leyenda dice que ya hace muchos años llegó un hombre misterioso a la ciudad de Guadalajara. El hombre vestía de negro y sólo salía por las noches, dicen que desde su llegada a la ciudad empezaron a suceder cosas muy extrañas, empezaron a aparecer animales muertos con una seña muy particular (dos orificios en el cuello ) y a todos les habían succionado hasta la última gota de sangre. La gente no le ponía atención, se preguntarán por qué..., bueno, porque pensaron que era un plaga o una infección entre los animales, pero al pasar los días comenzaron a encontrar cadáveres de jóvenes que tenían como hábito estar en la calle hasta la madrugada; lo curioso y lo que les empezó a preocupar era que los que encontraban tenían las mismas características de los animales encontrados antes, lo que ahora sí preocupó a los habitantes de la ciudad.
Se empezó a correr el rumor de que había un vampiro suelto en la ciudad. Las personas temían por sus vidas y las de sus hijos, por lo que un grupo de personas realizó un plan para atrapar a esta criatura de la noche, que se dedicaba a cometer sus bajos actos cerca de la vieja plaza de toros. Este grupo de personas se escondió detrás de un arbusto mientras uno se quedaba en la calle de carnada. Sí dió resultado, el vampiro se le apareció y cuando se disponía a clavarle sus colmillos los demás le arrojaron una red y lo atraparon. Algún gitano les había dicho que para poderlo matar tenía que ser con una estaca hecha de un árbol (no recuerdo el nombre del árbol), pero la estaca era verde, y que debían enterrarlo en un panteón. Lo hicieron, le enterraron la estaca en el corazón y lo llevaron al Panteón de Belén, donde le colocaron una lápida de cemento muy gruesa para asegurarse de que no saliera.
Al día siguiente los ciudadanos fueron a ver la tumba del vampiro y se dieron cuenta que la estaca de un día a otro se transformó en un árbol gigante que para poder salir a la superficie tuvo que romper la tumba. La leyenda dice que cuando el árbol rompa completamente la tumba el vampiro renacerá para aterrorizar nuevamente a los habitantes de la ciudad de Guadalajara; también dicen que si cortas una parte de las raíces del árbol o de su corteza el árbol sangrará.

Nachito 
Se cuenta de un niño llamado Ignacio (Nachito), desde los inicios de su vida tuvo un miedo extremo hacia la oscuridad; era tal ese miedo que si no había luz en el lugar donde dormía, lloraba y gritaba. Así fue hasta la edad de cinco años cuando falleció, dado a que su niñera olvidó encender las cuatro luces (que se encontraban en las esquinas de su habitación).

Fue sepultado en el panteón de Belén; sin embargo las dificultades siguieron, ya que el velador cada mañana veía el féretro del niño fuera de su tumba, por lo que debía ser introducido de nuevo a su lugar cada mañana. También se cuenta que se veía su fantasma en la puerta del camposanto tratando de llegar a la luz de la calle.

Ante esto, sus padres decidieron modificar la tumba, haciendo un féretro de piedra que estuviera en el exterior con cuatro antorchas alrededor de él, allí fue puesto el cuerpo del niño y desde ese momento todo ha regresado a la normalidad. Hoy en día se le pueden dejar ofrendas como dulces o juguetes, tal vez para que el niño siga descansando con tranquilidad y pueda jugar cuando su espíritu salga de noche.

El chavarin
A principios del siglo pasado, en la ciudad de Ameca, Jalisco, hubo un tiempo donde los campos de maíz y de caña no producían nada debido a la fuerte sequía que afectaba la ciudad. Los campesinos rogaban al cielo para que la lluvia apareciera en las nubes e hiciera crecer las semillas para alimentar a las familias.

Sin embargo, la lluvia no llegó y las familias sufrieron al no tener comida para alimentar a sus seres queridos.
Así, la desesperación entre los habitantes aumentó cada día más y el pueblo de Ameca era conocido por el dolor, el hambre y el sufrimiento que vivían sus habitantes.
Una noche, Lucio y su esposa platicaban alrededor del fuego de la cocina:
- ¡Lucio, los niños tienen hambre y no queda nada de despensa! – dijo su esposa.
- ¿Y qué quieres que yo haga? ¡No podría aparecer comida aunque quisiera!- le contestó Lucio muy enojado.
Al día siguiente Lucio tuvo una idea, ¡vender su alma al diablo! Se encontraba tan desesperado por no poder alimentar a su familia que estaba dispuesto a todo.
Esperó al anochecer y salió al patio para llamar al diablo, quien después de escuchar la petición del pescador, apareció con una sonrisa burlona.
- ¿Por qué me has llamado? Debes saber que si te ayudo, el precio que pagarás es muy alto- le dijo el diablo a Lucio.
- ¡No me importa, pagaré el precio que sea necesario para poder alimentar a mi familia!- respondió Lucio.
- Muy bien, entonces te daré suficiente dinero para que jamás vuelvas a pasar hambre- asintió el diablo frotando sus manos. – Pero a cambio, tendrás que darme tu alma.-
- ¡Acepto!- afirmó Lucio, mientras el diablo desapareció entre las sombras.

A partir de ese día Lucio cambió, ya no era el hombre serio que conocía su esposa y su familia. Él se convirtió en una persona injusta, grosera  y egoísta que solo pensaba en él mismo.
Decidió irse a vivir a una casa a orillas del río y abandonó a su familia, pues pensaba que no merecían su dinero ni su comida. Su único acompañante era una fea culebra quien quería mucho.
Aunque el corazón de Lucio se había convertido en una piedra dura, su esposa lo seguía queriendo y estaba preocupada por él. Fue a la iglesia del pueblo a pedir ayuda al sacerdote para librar a su esposo de tan feos sentimientos.
Lucio se encontraba en su casa contando su dinero, y al ver que se acercaban su esposa y el sacerdote, sintió gran temor de perder su riqueza, salió corriendo por la puerta trasera y se arrojó, junto con la culebra, a la corriente del río Ameca. Nunca más se le vio salir.

Muchos años después, la gente comenzó a decir que le veían salir de vez en cuando del río, convertido en un monstruo mitad hombre y mitad culebra. ¡Y que él era el culpable de todos los que perdían la vida ahogados en los cauces del río!
Hasta hoy, podemos escuchar a las mamás diciendo a sus hijos:
- ¡Tengan cuidado, no se vayan a bañar al río porque les va a salir  “El Chavarín” y los va a ahogar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario