RELIGIóN
LA RELIGIÓN CATÓLICA EN JALISCO
DESDE SUS INICIOS Y SU INFLUENCIA EN EL ÁMBITO POLÍTICO Y SOCIAL.
ANTECEDENTES
- Época prehispánica
Los
principales grupos indígenas de Jalisco, fueron los coanos, tecuexes, cocas y
cazcanes. Estas etnias tuvieron una religión y sus respectivos dioses ante los
que se rendían. Igual que en México Tenochtitlan, con sus propias expresiones,
se adoraba a Huitzilopochtli primero, y a Quetzalcóatl, a Xipetótec, a Tláloc,
a la diosa Tonan, y muchos más, para quienes se hacían sacrificios humanos. La
forma de gobierno entre aquellos pueblos no era igual para todos, sino que cada
lugar escogía su manera de gobernarse.
- La conquista espiritual de Guadalajara
Después de
la Guerra del Mixtón, sigue la conquista espiritual, que forzosamente tenía que
estar a cargo de religiosos. Los primeros fueron los padres franciscanos Martín
de Jesús, o de la Coruña, y Andrés de Córdoba, quienes llegaron al Sur de Jalisco
desde 1526. Sin embargo, el fraile por excelencia para Jalisco y Guadalajara,
es Fray Antonio de Segovia por su actuación durante la Guerra
del Mixtón.
Cuenta la
tradición que los cazcanes se sabían derrotados pero no se querían rendir o
entregar porque pensaban que esa guerra era a su estilo, es decir, que los
harían presos para luego sacrificarlos ante los dioses; que este fraile, ahora
estaba aquí con los españoles, suplicándoles que la guerra se suspendiera mas,
como no le hacían caso, iba luego allá con los indígenas y les rogaba lo mismo,
pero tampoco lo escuchaban. Sin embargo, a pesar de que estos últimos eran del
bando enemigo, no lo tocaban ni le hacían daño. La tradición cuenta que Fray Antonio de Segovia llevaba colgada sobre el pecho una
imagen de la virgen de la Purísima Concepción, hecha con pasta de caña por los
habitantes de Michoacán; imagen que los naturales veían con mucho interés
porque le miraban salir un resplandor luminoso sobre el raído hábito del
religioso y eso los detenía para atacarlo. Los aborígenes sintieron aquello
como cosa sagrada y lo respetaron, de manera que cuando nuestro fraile se pudo
entender con ellos, les prometió que si se rendían no les pasaría nada, y para
que le creyeran les dejó la esculturita de la Virgen como prenda de la palabra
que les estaba dando. Cuenta la leyenda que la promesa se cumplió.
A aquella
imagen de la Virgen, hoy se la venera y se le
llama, entre otros nombres, la Pacificadora, porque puso paz mediando
entre los indígenas y los españoles en aquella lucha armada.
- Época Virreinal en Guadalajara
Guadalajara fue una ciudad pequeña con casas de adobes, con techos
de paja y de un solo piso. Se consideraba un lugar más bien de paso, muy frecuentado
por viajeros comerciantes que, con sus mulas cargadas de mercancía, pasaban la
noche o unos pocos días, hospedados en mesones. Por lo tanto, había más mesones
para los arrieros y macheros para las mulas, que casas familiares. Con esto, el
Valle de Atemajac no estaba perdiendo su tradicional estado de vida. Antes de
la llegada de los conquistadores europeos, también era tierra de paso de grupos
de indígenas que viajaban de un lado a otro, casi siempre hacia y desde el
Occidente (Aztlan).
Tras la visita
de un enviado del rey, en 1544, se establece la necesidad de formar un obispado
y una Real Audiencia en la Nueva Galicia. En 1546, tomó su cargo el primer
obispo español en la Nueva Galicia de nombre Pedro Gómez de Maraver, quien
hasta entonces había sido canónigo en Oaxaca, y su sede estaba en Compostela
(hoy en el estado de Nayarit), pero regresó pronto a Guadalajara por lo
inhóspito de aquel lugar.
El obispo
Gómez de Maraver murió en la ciudad de México en 1551, cuando hacía trámites
para trasladar dicha sede de Compostela a Guadalajara. La Real Audiencia
dependía de la ciudad de México. Comenzó a formarse en 1547 cuando se nombró a
cuatro oidores, quienes ejercerían al mismo tiempo el cargo de alcaldes
mayores.
Muchas veces
se trató sin misericordia a los naturales, a pesar de que los reyes españoles
estaban muy al pendiente de que no se dieran tales abusos, entre otras cosas,
simplemente por cuidar la subsistencia del virreinato.
Por
desgracia para aquella Guadalajara, hubo varias epidemias que, por
consecuencia, redujeron drásticamente la población de indígenas. Por tal
motivo, el año de 1557 se fundó el primer hospital en Guadalajara y se le dio
el nombre de la Santa Veracruz. Éste se creó debido a que no había donde fueran
atendidos los vecinos del lugar. Hasta 1560, Guadalajara se convirtió
oficialmente en la capital de la Nueva Galicia.
- El Gran Siglo XVIII
En el siglo
XVIII, con todo y las deficiencias que pudo tener la Nueva España, gracias al
empuje de los novohispanos, finalmente se alcanzó un balance muy positivo en
cuanto a logros. Es el siglo en el que se confirma y afianza el sentido de la
nacionalidad mexicana.
Desde el
siglo XVII, los padres Eusebio Kino y Juan María de Salvatierra de la Compañía de Jesús, se
convirtieron en piezas fundamentales para la labor misionera en el Noroeste del
virreinato, que surgió desde el Colegio de Santo Tomás de Guadalajara. Parte de
su edificio se conserva todavía. El templo del colegio es ahora la Biblioteca
Iberoamericana, en la esquina de las calles de Colón y Pedro Moreno.
En este
siglo se alcanzó un nivel de vida muy alto entre los habitantes, debido a la
industria, a la producción del campo, los oficios, la minería y el comercio.
Esta circunstancia comenzó a reflejarse en la arquitectura de la capital
tapatía. La sociedad estaba compuesta por los peninsulares y criollos, que al
tener mayor nivel cultural y cierta preferencia étnica, gozaban de los mejores
puestos de trabajo.
Al mismo
tiempo, tenían un lugar en los colegios y en la universidad de donde egresaban
para ser casi siempre hombres importantes en las diferentes ramas del saber,
del comercio, la minería, la agricultura y del gobierno. El grupo social
intermedio, en general, lo formaban los mestizos.
- Fiesta y tradición católica.
Si bien los
Santos patronos de Guadalajara son San Miguel Arcángel, Santiago Apóstol y la Virgen
de Guadalupe, el día que puede ser señalado como de la fiesta religiosa más
grande de Guadalajara es el 12 de octubre, día en que la imagen de la virgen de
Zapopan recorre el trayecto que va desde la Catedral Metropolitana de
Guadalajara hasta la Basílica de Nuestra Señora de la Expectación de Zapopan.
Lo que en Guadalajara se conoce como “La Romería”. Aproximadamente 2 millones
de personas salen a las calles que constituyen el trayecto que recorre la
venerada imagen, en una verdadera fiesta de pueblo, en el mejor de los
sentidos.
La Romería es
el punto álgido de una fiesta religiosa que dura prácticamente todo el año, y
que consiste en la visita que hace la imagen de Nuestra Señora de la
Expectación de Zapopan a prácticamente todas las capillas y parroquias de la
ciudad de Guadalajara.
Oficialmente
las visitas de la imagen inician en mayo, justo antes de que inicie el temporal
de lluvias, y se prolongan hasta el día 12 de octubre, visitando dos parroquias
por día. En promedio trescientas parroquias en este período al año. Casas y
calles son adornados con papel picado, alfalfa y arreglos florales por donde
pasa la imagen antes de llegar a la parroquia o capilla de cada barrio.
El último
templo en ser visitado es la Catedral Metropolitana, regularmente llega allí el
día 9 de octubre y permanece hasta el día 12 por la mañana momento en que
inicia su regreso a la Basílica de Zapopan, su santuario, en lo que los
tapatíos llaman la Romería.
Esta devoción
es muy particular de Guadalajara y no tiene paralelo en México, ni en sus
formas ni en su historia, historia que está íntimamente ligada a la fundación
misma de Guadalajara en 1542, pues ya en 1531 Fray Antonio de Segovia, recorría el
valle de Atemajac y Zapopan, evangelizando a los originales de estas tierras,
acompañado de la imagen de la Virgen de la Expectación, que es la imagen
original que hace el recorrido cada 12 de octubre.
- Su influencia política y social
En la Nueva Galicia,
la orden que se encargó de la conquista espiritual, fue la de los franciscanos,
cuyo papel en la Iglesia estará determinado por la lucha de poder entre éstos y
el clero secular debido a las curias; a su vez, esta relación presenta una problemática
ambigua en su entramado social y político debido a los factores que expliqué
anteriormente, pues en su doble carácter de grupo social e institución está
sujeta a los conflictos institucionales y sociales del periodo colonial. Así,
al explicar ambos factores pretendo establecer una amalgama entre estos y la
relación entre la orden de los franciscanos y el clero secular en el periodo
que comprende este estudio.
La Conquista en sí misma manejaba un doble
discurso moral por parte de la Corona, para justificarla y avalarla era
necesario legitimarla, esto se logra con la evangelización, la cual estaba a
cargo de los religiosos. La principal tarea de las órdenes religiosas consistía
en adoctrinar a los indígenas, tarea que en lo que a la Nueva Galicia respecta
se llevó a cabo en su mayoría durante la segunda mitad del siglo XVI por los
franciscanos de la provincia de Michoacán, de la cual no se independizarían
sino hasta 1606 para formar la provincia de Santiago de Jalisco. Una vez lograda la evangelización, los franciscanos veían limitadas sus
facultades autónomas por la llegada del clero secular el cual llegaba para
administrar los asuntos de la Iglesia; en 1582 muchos de los curatos atendidos
por franciscanos pasaron a la jurisdicción del clero secular, esto sólo por
citar un ejemplo, pero todavía durante el siglo XVII los franciscanos siguieron
perdiendo curias en este mismo sentido de despojo. A esto se aunaba la
preponderancia de las órdenes jesuitas en la instrucción educativa,
posiblemente debido al poder adquisitivo de éstos, ya que los franciscanos,
aunque miembros de familias importantes formaran parte de la orden, eran, en
teoría, una orden mendigante cómo podemos ver, la opción de hacerse cargo de la
educación después de la conquista y de esta manera asegurar la permanencia de
su orden en un escalafón institucional importante estaba descartada para ellos.
A los franciscanos sólo les quedaba la opción de buscar ocupar puestos
importantes dentro del cuerpo administrativo de la Iglesia, lo cual lograron
con relativo éxito; precisamente en este punto es importante tomar en cuenta el
factor social, porque en gran medida la orden franciscana se convirtió en un
medio más que las familias tapatías utilizaron para crear vínculos de poder
dentro de las instituciones de la Nueva Galicia, su posición como el convento
más antiguo e importante de Guadalajara lo rodeaba de un halo de prestigio y
poder que las familias de clase media necesitaban para ser nobles en realidad y
no sólo de título, la lucha entre criollos y peninsulares también muestra otra
de sus caras dentro de la nobleza novohispana en la Nueva Galicia.
Los franciscanos
siendo los primeros en haber llegado a la región a evangelizar, no estaban
dispuestos a ser desplazados por las otras órdenes, en especial por los
jesuitas y según Thomas Calvo uno de los medios que utilizaron para
desacreditarlos fue la calumnia, circula en 1635 por las celdas de San
Francisco de Guadalajara un pequeño tratado y libelo difamatorio. San Ignacio y
sus discípulos son acusados de actuar con las mujeres como los alumbrados, de
dar gran importancia a la sensualidad, en fin, de enriquecerse engañando a todo
el mundo. Es comprensible esta actitud, pues entre el clero secular y la
Compañía de Jesús, los franciscanos perdían terreno a pasos agigantados, y por
razones obvias, tenían un prestigio que defender. La relación entre los
franciscanos y las demás órdenes dependió en este periodo de la consolidación
de ambas partes en la institución eclesiástica y en la sociedad de la Nueva
Galicia, así como de los asuntos sobre los cuales iban teniendo injerencia
dentro de la Iglesia.
El clero tapatío
durante el siglo XVII se vio enfrascado en una lucha interna entre sus
diferentes partes, pero esto no impidió que la Iglesia como institución
colonial se consolidara.
En cuanto a los
franciscanos, definitivamente fue difícil para ellos mantenerse y consolidarse
en la Nueva Galicia debido a que principalmente se dedicaban a la conversión de
los indígenas y una vez logrado esto no era fácil encontrar un lugar en la
ciudad, a la cual llegaban otras órdenes que se dedicaban a consolidar la
castellanización de las comunidades indígenas y a brindar a los peninsulares
los servicios necesarios para el espíritu católico y la educación clerical,
como por ejemplo el caso de los jesuitas o los agustinos. Aún así llama la
atención que las familias tapatías buscaran de una u otra manera tener algún
miembro en la orden franciscana, lo que nos habla de que posiblemente durante
el siglo XVII se entretejía una red de posicionamientos sociales basados en las
relaciones que las familias mantuvieran dentro del clero, ya fuera regular o
secular. Por otro lado, era un tanto difícil para la corona dejar de hacer
concesiones a la orden que se había encargado de preparar el terreno para la
llegada no sólo del órgano secular, sino de todas las instituciones civiles,
jurídicas y de gobierno que representaban a la corona española.
DOS GRANDES
BENEFACTORES Y TRANSFORMADORES DE JALISCO.
- Fray Antonio Alcalde
(Antonio Alcalde y Barriga; Cigales, Valladolid, 1701
- Guadalajara, México, 1792) Religioso dominico español que fue obispo de las
diócesis mexicanas de Yucatán y Guadalajara, ciudad esta última en la que es
especialmente recordado por los proyectos que impulsó, como la fundación del
Hospital Real de San Miguel (hoy Hospital Civil) y de la Universidad de
Guadalajara.
Fray Antonio Alcalde ocupó el puesto de prior en
varios conventos de la orden en España antes de trasladarse a México. El 25 de
enero de 1762 fue propuesto para obispo de la diócesis de Yucatán, con sede en
la ciudad de Mérida, cargo que desempeñó hasta el 27 de enero de 1772, fecha en
que pasó a ocupar el mismo puesto eclesiástico en la diócesis mexicana de
Guadalajara. Permaneció en esta segunda diócesis hasta su muerte.
De la labor pastoral de Fray Antonio Alcalde
destacaron sus iniciativas encaminadas a la construcción de iglesias, conventos
y escuelas. Influido por el afán eminentemente universitario de la orden de los
dominicos, trabajó desde 1762 para que Guadalajara pudiese contar con una
universidad.
Porque sus obras parecen fábulas o milagros; porque
levantó un barrio que sería sustancia y aroma de la ciudad; porque sobre los
yermos de mezquinas disputas, y explotación de los humildes, y calamidades
públicas hizo florecer la dignidad humana y sazonó los frutos del espíritu:
caridad, gozo espiritual, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad,
mansedumbre, tolerancia, fe, modestia; porque convirtió su sede y ciudad en
montaña de bienaventuranzas, Guadalajara lo proclama su doctor, maestro y santo
padre.
Este elogio que para los desconocedores puede parecer
desmedido, lo emitió uno de los escritores más ilustres de esta ciudad: Agustín
Yáñez (en Genio y figuras de
Guadalajara, 1941). El futuro autor de esa revolución del estilo que fue
Al filo del agua (1947), se
refería a la luminosa figura de Fray Antonio Alcalde, dominico nacido en
Cigales, España, y que fue obispo de la Perla Tapatía durante 21 años del siglo
XVIII, en que le dotó de algunas de las instituciones más duraderas y sólidas
de su historia centenaria: la reubicación y ampliación del Hospital Real de San
Miguel de Belén, hoy Hospital Civil, y La Real y Literaria Universidad de
Guadalajara, hoy la UdeG.
- Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo
Nace el 3 el mayo de 1752, en la villa de Espronceda,
provincia de Navarra, España, hijo del matrimonio formado por Tomás Ruiz de
Cabañas y Hernández y la señora Manuela Crespo y Desoxo; Los señores Tomás y
Manuela se caracterizaron por ser sumamente religiosos y caritativos, al grado
de que convirtieron una habitación de su propia casa en un asilo común para los
más pobres del lugar, formando así, con el ejemplo en sus hijos, una auténtica
conducta cristiana. Desde su niñez, Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo se vio
adornado de las más bellas cualidades y virtudes, razón por la cual se ganó el
aprecio y consideración de todos aquellos que lo conocían.Desde pequeño fue
manifestando su gusto por la vida consagrada, intención que lo llevó a una
respuesta siempre generosa y recta en su sentir vocacional, como un camino de
santidad y entrega.
Sus primeros años de vida sacerdotal los dedicó a la
enseñanza y actividades secundarias que se le encomendaban, dada su enorme
capacidad y la confianza que en él depositaban sus superiores, siendo así que,
a pesar de su corta edad, se le nombró rector del Mayor y Viejo Colegio de San
Bartolomé. Años más tarde, por encargo del Obispo José Ramírez de Arellano,
asumió la rectoría del Seminario, cargo en el que consagró todas sus energías;
esfuerzo que se vio bien recompensado, pues al poco tiempo este plantel llegó a
ser uno de los mejores de la Península Ibérica.
El Rey Carlos IV, conocedor de las obras y virtudes de
Ruiz de Cabañas, no dejó pasar la primera oportunidad para promoverlo al
Episcopado, y al quedar vacante la Diócesis de León, en Nicaragua, a fines de
1792, lo presentó como candidato, promoción que no rechazó Su Santidad Pío VI,
dándole el nombramiento el 12 de septiembre de 1794. Así, recibió la
Consagración episcopal en España el 19 de abril de 1795, pero sorpresivamente,
un mes después, se publicó la presentación del señor Ruiz de Cabañas como
Obispo de Guadalajara, en la Nueva Galicia, razón por la cual jamás llegaría a
ocupar la sede episcopal de León, para mejor trasladarse a la Perla Tapatía.El
Obispo Cabañas ingresó solemnemente a la ciudad de Guadalajara el 3 de
diciembre de 1796, dando prontas muestras de sus virtudes y carácter.
Son muchos los hechos que demuestran su prontitud a
socorrer a los más necesitados, costumbre que aprendiera desde pequeño de sus
señores padres; así se manifestó, por ejemplo, el mismo día en que tomara
posesión de estas tierras, cuando se le preparó un banquete de recibimiento, y
al ver el obispo tal lujo y derroche sucedió lo siguiente: refiérese que en los
momentos en que comenzaría la comida, el señor Obispo se dirigió a uno de los
encargados, preguntándole si no había pobres en esa ciudad, porque él observaba
un derroche innecesario de alimentos; ante lo cual, el responsable contestó:
«No se preocupe, Su Eminencia, tiempo habrá después para ocuparnos de los
pobres; por ahora le ruego que se siente a disfrutar este banquete que hemos
preparado en su honor»; el señor Cabañas se limitó a responder que se sentiría
más honrado si se dispusiera que los pobres participaran también de ese
banquete. Ante la insistencia del Obispo, se dispuso que más de cincuenta
pordioseros se sentaran a la mesa al lado del nuevo Obispo de Guadalajara,
cuyos invitados quedaron asombrados ante aquel hecho.
En la vida de tan ilustre pastor, indudable que el
Hospicio es la obra que más ha inmortalizado el nombre de este obispo. Esta
casa de misericordia, uno de los más grandes edificios de la Perla Tapatía, es
una construcción orgullo de la ciudad y admiración de los visitantes, que se
inició en 1808, pero que no se abrió la matrícula sino hasta el 1 de febrero de
1810, recibiendo 66 niños pobres, a quienes se proveyó de vestido, calzado,
techo, alimentos y educación. Por desgracia, a los pocos días de su apertura
tuvo que ser cerrado, a causa de la Guerra de Independencia, abriendo sus
puertas de nuevo hasta el 15 de febrero de 1829.
No solamente en Guadalajara fundó el señor Cabañas
instituciones de caridad, ya que en otras ciudades se encuentran obras
semejantes al Hospicio, que aunque menores en sus dimensiones, son similares en
calidad para con los más necesitados. Otras de sus grandes obras son el Templo
de San Felipe Neri, de esta ciudad; el Sagrario Metropolitano, el Santuario de
Nuestra Señora de Zapopan, el primer Seminario Conciliar hoy Museo del Estado,
entre tantas más.
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